Si en colecciones anteriores Giambattista Valli nos transportaba a un mundo de ensueño lleno de ninfas del bosque o puso la pica en Flandes en debut siendo uno de los mayores impulsores de la capa en la alfombra roja, esta vez parece haber seguido la senda de Raf Simons y se deja llevar por la más absoluta sobriedad combinando de una manera muy actual sofisticados vestidos con elegantes pantalones.
Valli sabe cómo hacernos soñar a través de impresionantes vestidos de noche pero sí que se deja ver un aire muy renovado reflejado, sobre todo, en la primera parte del desfile, en el que el color negro lo inunda todo (recordar que estamos hablando de primavera/verano) a través de insinuantes transparencias, arriesgados estampados, cortes asimétricos y siluetas que re interpretan el New Look de Dior.
Valli da un giro de 180º presentándonos etéreos y vaporosos vestidos en tonos claros, nude, lila, amarillo y blanco al servicio de modernas princesas.
Como siempre, sus colecciones no sólo son ricas en color sino también en texturas y esta vez vuelven a ser las flores o los elementos de inspiración vegetal los que toman protagonismo en estas riquísimas creaciones con difícil traslado a la "realidad".
Como siempre en Valli, las joyas del desfile son una parte importante de lo que nos quiere contar y aquí las modelos lucen impresionantes diademas de flores doradas que las convierten, así, en verdaderas princesas versallescas.
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